lunes, 26 de julio de 2010

Decisiones

Pude ver la vida como una especie de laberinto que hay que atravesar. En definitiva, vivir es eso, elegir un camino u otro e ir avanzando considerando tanto las oportunidades que se nos ofrece como las consecuencias que conlleva tomarlas o dejarlas pasar.
De errores se aprende, dicen. Siendo sincera, no conozco a ninguna persona que no haya hecho las cosas mal al menos una vez en su vida. Tomar decisiones implica correr ciertos riesgos y correr ciertos riesgos implica (a veces) equivocarse.
Sin embargo, un error nos aporta mucho más que el hecho de no habernos equivocado nunca. ¿Por qué? ¿Será que el precio a pagar uno de nuestros errores es menor que el arrepentimiento de no haberlo intentado nunca? ¿Será que las palabras “perdón” y “lo siento” se inventaron para contemplar esas equivocaciones? ¿Será que el hecho de ser humanos nos permite el lujo de “actuar mal” de vez en cuando?No lo sé. Mi corta edad no entiende mucho de errores a pesar de haber cometido ya un número bastante elevado de ellos. Lo que sí sabe, y con certeza además, es que arriesgar es ganar de una forma u otra, sea cual sea el resultado.Pensándolo bien, estoy corriendo el riesgo de quererte y perderte a la vez. Incompatibles, ¿eh? En un tiempo más o menos lejano puede ser que me arrepienta de una de las dos (¡¡o incluso de las dos!!) pero me imagino cómo me sentiría si hubiera dicho que no a todo esto. ¿Y sabes? Es algo que no se lo deseo a nadie.
Ahí lo dejo...

2 = 1 + 1


Aquella noche los vi. Intuí algo más que palabras y por qué no… algo más que caricias. Consiguieron hacer de esa noche un mapa lleno de sensaciones, un recuerdo al que recurrir en sus días grises.Lo conseguiste.Lo conseguí.Lo conseguimos.
Ambos se miraban manteniendo esa línea ficticia existente entre sus ojos. Mientras tanto, mordían débilmente sus labios humedeciéndolos adelantándose a un posible beso. Seguían clavándose sus pupilas y de repente noté cierta cercanía en sus caras. Aquí está: se besaron.
Me centré en ella y me pregunté por qué seguía poniéndose nerviosa en momentos como éste. Le devolvió el beso… más largo, más profundo. Su cuerpo dejó de pertenecerle, era él quien (ahora) la dominaba, quien manejaba todo este escenario con un fin claro: hacerlo mágico y especial.
Apagaron los móviles. Se quitaron el reloj. Encendieron una luz débil, casi invisible y… [NADA MÁS QUE OBJETAR]

Tú, mi montaña rusa


El día que subí a aquella atracción no pensé sus consecuencias. Sólo veía en ella una montaña rusa de ojos azules que no paraba de sonreírme de una manera especial. Era esa manera de sonreír la que me empujó a subir. ¿Cómo iba yo a pensar que esos ojos tan bonitos me traerían un continuo dolor de cabeza? Resaca de buenos momentos, dicen. O de momentos no tan buenos… no hace mucho bajé de esa montaña rusa tras haber superado mi vértigo, mi miedo, curvas de todo tipo, turbulencias, caídas vertiginosas… y aquí estoy vomitando el corazón por la boca.
Podría mentir y decir que fue el mejor trayecto de mi vida. Pero no, mañana o cuando se me pase esta extraña resaca, me voy a otra atracción, aunque no tenga los ojos azules, aunque no me sonría de esa manera. Ya verás.

Te elegí


Elegí quererte y todas las consecuencias que eso conlleva. Elegí que tú fueses la persona que llenase mis días de sonrisa. Elegí que tu olor era el que mejor le venía a mis sábanas. Elegí que me comieras a besos. Elegí también tu voz al otro lado del teléfono. Elegí que llorar por ti de vez en cuando no estaba mal. Elegí creerme tus verdades y creerme a medias tus mentiras. Elegí que no quería otros abrazos, que no quería otras manos agarradas a las mías, que no quería ver por la mañana otra cara que no fuese la tuya. Elegí nuestro mes del año y nuestro día del mes. Elegí que tu fueras mi locura y mi cordura. Elegí llenar el silencio de la noche de nuestra risa. Elegí las idas y venidas, las despedidas. Elegí la impotencia, la incertidumbre y tu impredecibilidad. Elegí el miedo a fallar y los impulsos. Elegí las miradas. Elegí temblar. Elegí hacerme adicta a tus palabras, al corte de tu voz. Elegí perdernos debajo de cualquier edredón, y tu respiración en mi oreja derecha. Elegí estremecerme sola y únicamente con tus caricias. Elegí no ponernos límite. Elegí el sabor agridulce de las discursiones que acababan en abrazo. Elegí conservar intacto cada momento, y dejar huella de lo que algún día fue. Elegí que mi mayor hobbie era verte dormir. Elegí no callarme nada. Elegí darte todo. Elegí hablar de nosotros cuando hablaba de ti. Elegí derrumbarme cuando ya no aguantaba más. Elegí ser fuerte sin la ayuda de ningún tipo de coraza y luchar por un solo motivo. Elegí darte todas mis oportunidades. Elegí quedarme con tus manías, tus defectos y tus carencias. Elegí encontrarte en lugares donde nunca estarías… incluso elegí seguir queriéndote aún cuando ya no estabas.

Elegí arriesgar. Y no me arrepiento.

What's your secret?


Intentando descifrar todo aquello que desde hace unos días invade mi mente. Tratando de descubrir quién eres y quién pretendes ser. Reflexionando sobre qué me pasa, qué está pasando, qué puede pasar o qué no debería haber pasado...

He said he loved me all the time


Me llevé una cámara oculta a aquel recóndito lugar con fin de buscar respuesta a muchas de las preguntas que me hacía. Por ejemplo: ¿qué precio tiene el cariño? ¿Qué precio tiene el amor? ¿Cómo se paga el espacio? ¿Y el tiempo? ¿Qué precio tienen los besos? ¿Y los abrazos? ¿Y las caricias? Pero la más importante de todas: ¿estaba él cometiendo un delito? ¿Podría ser ella considerada su cómplice por saber que aquello estaba mal y no tomar cartas en el asunto? ¿Tendrían que pagar una condena a largo plazo por el daño causado? ¿O su historia pasaría al olvido sin tener ningún tipo de repercusión en sus vidas? Como diría él, “who knows”. Sin embargo, algo me decía que querían estar juntos, costara lo que costase. Lo notaba en el brillo de sus ojos, en la forma de mirarse, en las caricias que mutuamente se hacían, en las palabras que pronunciaban. Eran píldoras de cariño comprimido en un espacio de tiempo robado a traición. Puede que esté mal, de hecho, saben (sabemos) que está mal, pero… ¿qué culpa tienen ellos de quererse tanto?